ALCALDES DEL RIMAC 1920 - 2020

Juan Nicolini, 1920 
José Jarrin, 1920 
Armando Patiño, 1920 
Juan Salazar, 1922 
Víctor Arévalo, 1922 
Abraham Castillo, 1923 
Juan Ríos, 1925 
Pedro Malatesta, 1930 
Alberto Samame, 1931 
Daniel Carneiro, 1932 
Cesar Saavedra, 1932 
Pío Delgado, 1932 
Emiliano Moran, 1933 
Augusto Thorndike, 1934 
Jorge Albertini, 1940 
Tomas Vidal, 1945 
Augusto Hinostroza, 1947 
Augusto Thorndike, 1947 
Manuel Vento, 1948 
Cesar Saavedra, 1950 
Andrés Indacochea, 1950 
Cesar Saavedra, 1950 
Nicolás Macedo, 1956 
Pedro Tello, 1958 
Ricardo Espinosa, 1962 
Carlos Alva, 1964 
Percy Hartley, 1967 
Carlos Morales, 1970 
Godofredo Ramírez, 1977 
Antonio Fernández, 1980 
Jose Delgado, 1981 
Juan Villanueva, 1981 
Juan Yance, 1984 
Armando Lerma, 1987 
Raul Soto, 1990 
Edmundo Solis, 1993 
Jose Navarro, 1996 
Gloria Jaramillo, 1999-2002 
Lobaton Donayre 2003-2006 
Victor Leyton 2007 - 2010
Peramas 2011 - 2018
Pedro Rosario 2019 - Actual


FIESTA DE AMANCAES

“Amancaes” es un conjunto de cerros que rodean por el norte y en forma semicircular al actual distrito del Rímac. A sus pies, se extiende una explanada de pendiente irregular y a mayor altura con respecto al Centro de la Ciudad, el cual puede ser observado desde aquí. “Amancaes” es también, el nombre de una flor de color amarillo, que antaño brotaba en la pampa a partir de Junio, cuando la baja neblina de Lima chocaba con los cerros de Amancaes y los humedecía, permitiendo la aparición –aunque efímera- de algunas variedades de vegetación silvestre, entre estas, la Flor de Amancaes. “Amancaes” era el nombre de un curacazgo que encontraron los españoles donde hoy está el distrito del Rímac. Los pobladores indígenas de este lugar, se dedicaban a la pesca de camarones en el río Rímac. Al pié de los cerros, se encuentra la famosa Iglesia de San Juan Bautista de Amancaes. Cuenta la tradición que el 2 de Febrero de 1582, una niña indígena llamada Rosario, encontró en Amancaes a un viajero que le entregó una carta dirigida al prior de los dominicos, encargándole edificar un templo en el lugar donde se encuentre grabada la imagen de Jesucristo. Cuando el prior se acercó a Amancaes presidiendo una romería, encontró la imagen de Jesucristo en una roca, imagen que la niña reconoció como el rostro del viajero que le había entregado la carta. Hasta Amancaes llegaba San Martín de Porras (quién en su juventud vivió con su madre en el Rímac), para dedicarse a la oración y sembrar árboles frutales para los pobres de la localidad. En el siglo XVIII fue el sitio preferido por algunos virreyes como Melchor de Navarra y Rocafull, Duque de la Palata, quién organizaba eventos de caza de venados y palomas con perros y halcones, y que terminaban en meriendas con música al aire libre. Sin embargo, la Fiesta de Amancaes se realizaba desde el siglo XVI, cada 24 de Junio, Día de San Juan Bautista, celebración que en Europa se asociaba a rituales de siembra y cosecha. En Amancaes se paseaba la imagen de San Juan Bautista en andas, culminando en grandes comidas y bailes, siendo un evento que reunía a todas las clases sociales de Lima, que acudían a pié, en carretas y a caballo. Cuando regresaban a Lima, los grupos lucían en sus sombreros, trajes, caballos y carros, la famosa Flor de Amancaes. Precisamente, la canción “José Antonio” de nuestra recordada Isabel “Chabuca” Granda, evoca la fiesta en tiempos modernos, relatando como un jinete con poncho y sombrero de jipi japa, viene desde Barranco a participar de la fiesta. La canción evoca también a la “fina garúa de Junio” y a “los Amancaes” adornando el sombrero del chalán. Hacia 1927, cuando la fiesta se había extinguido, el séptimo Alcalde del Rímac, Don Juan Ríos Alvarado decidió “revivirla” con concursos de caballos de paso, presentaciones de grupos de danza y música criollos y andinos. A estos eventos, organizados por la Municipalidad Distrital del Rímac, el invitado especial era Don Augusto B. Leguía, Presidente del Perú, quien en ese momento se encontraba en la cúspide de su carrera política. Con la presencia de altas autoridades y con un programa establecido, se daba a la fiesta, un carácter oficial